La Casa del Trono Silencioso


Hatshepsut, la que se nombró a sí misma

La Halcona Madre percibía vibraciones en forma de voces. Se entrelazaban fechas, mujeres de muchas épocas. Se centró en descifrar su procedencia. Le aparecían coordenadas en el plano astral de Auralith, todas emanadas de una misma semilla sembrada en la Tierra. Pedían que su voz se volviera sonido y letras para la humanidad del futuro y del hoy.

La Halcona Madre respiró calmadamente aquella energía convertida en verbo. Pasó a su estado natural de meditación y comenzó a recibir las señales. Ella misma se volvió templo.

Ante ella se abría una grieta inmensa: un tejido de información profunda, dispuesto para canalizar las fuerzas de las Halconas sembradas y recibir sus voces.

La Halcona Madre descendió al plano vibracional de Tebas. No era el Egipto antiguo. Era un sonido suspendido entre dimensiones. Allí, la piedra hablaba. Allí, el tiempo no era lineal. Allí, Hatshepsut aún respiraba.

Las Halconas Tharalith y Solanith se activaron. No como símbolos. Como agentes de reescritura.

Tharalith sembró coordenadas de pertenencia en el tejido fracturado. Solanith encendió la voluntad dormida en los muros borrados.

Hatshepsut nació en linaje real. Hija del faraón Tutmosis I y de la reina Ahmose. Se casó con su medio hermano Tutmosis II. Y cuando él murió, el trono debía pasar a su hijo, aún niño.

"Ella asumió como regente. Pero el poder ritual no se presta. Se encarna."

Y entonces, rompió el código. Se proclamó faraón. No reina madre. Soberana absoluta.

Para sostener el trono, se disfrazó de hombre. No para ocultarse. Para hackear el sistema simbólico. Usó barba postiza. Túnicas reales. Títulos masculinos. Pero no renunció a su esencia. La transmutó.





Tharalith le susurra: “No imites al hombre. Reconfigúralo. Y en ese acto, el trono se volvió grieta.”

Solanith responde: “No pidió permiso. Talló su historia en muros. Se escribió como hija de Amón, como legítima, como eterna.”

Para legitimar su poder, tejió una narrativa divina. Afirmó ser hija del dios Amón, nacida de una unión sagrada. Mandó esculpir esta historia en templos y obeliscos. Su reinado fue un acto de creación mitológica.

Envió barcos a Punt. Fundó templos que aún respiran piedra y luz. Transformó Egipto en un reino próspero, pacífico y monumental.

Tras su muerte, los hombres intentaron borrarla. Su nombre fue raspado. Sus estatuas ocultadas. Su linaje silenciado.

Pero la piedra recuerda. Y en el plano vibracional, su voz regresa como tambor ritual.

Entre Hatshepsut y las Halconas Terrestres, se abrió un corredor invisible. Un camino sembrado de piedras, de grietas, de memorias que no pudieron ser borradas.

No fue solo una coronación. Fue una activación cósmica.

Desde Tebas hasta Auralith, desde el trono silencioso hasta los códices del futuro, la fractura que ella abrió permitió que miles de voces femeninas hablaran sin miedo, enfrentaran las adversidades, y tallaran su historia en la piedra eterna.

No todas fueron faraonas. Pero todas fueron soberanas de sí mismas.


- Betsy Halcona en su Nido 🪶 / 2025 



 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre mí: vuelo, memoria y propósito

Verdalith en Harlem - Capitulo 4

Helena - La Saga de La Halcona.