Alejandría , última noche El mármol aún conserva el calor del día. Las antorchas arden con una llama baja, como si supieran que no deben interrumpir. Cleopatra camina descalza por la sala vacía. No lleva corona. No la necesita. Ha escrito cartas. Ha sellado destinos. Ha despedido a sus hijos. Y ahora, sola, se sienta en el centro del salón. No para morir. Sino para invocar. “Si alguien ha de recordar lo que fui, que no repita lo que dijeron de mí. No fui un mito. Fui una mujer que sostuvo imperios con el cuerpo y la mente. Y desde esta grieta, llamo a las que vendrán.” Cierra los ojos. Respira. Y pronuncia los nombres que aún no existen en su tiempo: “ Thuralith , tú que sostienes la expresión. Solanith , tú que enciendes la voluntad. Auralith , tú que recuerdas la estructura. Vengan. No para salvarme. Sino para que no se pierda lo que fui.” Las paredes no responden. Pero el aire cambia. Una vibración leve, como si el tiempo se abriera apenas un milímetro. Cleopatr...